Las luces se apagan, la sala queda en silencio y termina otra edición de Folklorama.
Que es Folklorama preguntará alguno en Buenos Aires. Nadie que viva en Winnipeg lo puede ignorar ni va a querer hacerlo. Es muchas cosas pero, principalmente, Folklorama es una celebración de la diversidad. Y por extensión una celebración de la vida canadiense, que da la bienvenida a los inmigrantes y los invita a construir entre todos una sociedad donde conviven muchas culturas, religiones, modos y formas. Y si bien hay ciertos códigos que serían “canadienses” como ser puntual, la informalidad, el respeto por todas las personas sin importar sexo, religión, color, orientación política o sexual, también invita a cada uno a vivir su cultura a su manera.
Folklorama es entonces, y lo repito, una celebración de la diversidad. Las distintas comunidades que habitan Winnipeg son invitadas a exponer lo que creen que las representa mejor. Y al ver un poco lo que ofrece cada una es fácil entender por qué se puede vivir armónicamente entre grupos tan distintos. Es que lo que cada uno muestra es su música, sus ropas y sus comidas y bebidas. Y desde esas características, comunes a todos los seres humanos, se explican todas las colectividades.
Folklorama como evento solo puede pasar porque miles de personas eligen trabajar como voluntarios para hacerlo posible. Este año más de 20 000 voluntarios trabajaron en 43 pabellones que estuvieron cada uno una semana con entre dos y cuatro funciones diarias.
Solo en el pabellon Tango organizado por la AMA participaron 203 voluntarios y recibimos más de 7000 visitantes en la semana. Otros números del pabellon: Un promedio de 90 voluntarios diarios recibió a aproximadamente 1000 visitantes por noche. La gente de cocina empezó con los preparativos en Enero y vendió más de 4000 empanadas, 1700 sanwiches de milanesa y de chorizo y sirvió más de 3000 postres. El bar vendió 150 botellas de vino, 600 cervezas, 900 gaseosas y 124 Jarras de Sangría. El sector de mantenimiento tenia 11 minutos para limpiar las mesas entre el final de un show y que se abrieran las puertas para el siguiente. En general hicimos más rápido que eso. Los sectores y sus coordinadores fueron los siguientes:
Pabellon: Monica Schor y Ricardo Almosnino
Volunatrios: Carolina Galli Gabriele
Sponsors: Davo Brunstein y Luis Jajam
Media: Laura Sonin
Display Cultural: Alejandra Nudelman
Souvenirs: Patricia Garcia
Admision: Jessica Sumabil
Show: Ricardo Almosnino, Diego Lanchuske y Javier Schwarsensky
Reservations y Vip’s: Mark Esmendi
Group Tours: Mabel Fridson
Bar: Javier Gurfinkiel
Finanzas: Jorge Haro y Luis Rubin
Cocina: Leslie Alvaro y Polin Szajt
Bufete: Kevin Szkop y Javier Szkop
Mantenimiento: Isaac Cohen
Atencion al visitante/Seguridad: No hubo coordinador sino trabajo en equipo.
Aunque duró solo una semana abierto al público hubo gente que trabajó por meses antes de llegar a ese momento. Voluntarios que se juntaron a hacer milansesas, voluntarias (Monica y Laura) que fueron pautando entrevistas con medios de comunicación para difundir el evento. Coordinadores generales que fueron coordinando todo con la la gente de Folklorama para que todo saliera bien y dentro de las normas acordadas, y por supuesto los embajadores que asistieron a todos los eventos previos a la muestra y que durante la primera semana visitaron los demás pabellones para conocer la hospitalidad de las otras culturas y llevarles en persona la invitación para visitar el pavellon argentino.
Este año experimenté mi primer Folklorama y elegí hacerlo como voluntario en el Argentina TANGO Pavilion. Podría haber paseado por los distintos pabellones y hacer turismo pero surgió la posibilidad de colaborar y la aproveché.
Fueron muchas experiencias nuevas pero me quedó principalmente la sensación de pertenecer. Fue increíble ver como todos ponían lo mejor de sí para que el show saliera adelante. Para mostrar nuestra cultura de la mejor forma posible. Eran seis u ocho los artistas que brillaban en escena y los embajadores de Argentina que estaban siempre ahí para recibir a los visitantes. Pero atrás de ellos había cientos de personas ocupándose de recibir a los invitados, de preparar y servir la comida, de preparar y limpiar las mesas, de preparar la muestra cultural, comprar y servir bebidas, de difundir el pabellón en todos los medios posibles, de iluminar y musicalizar el show, de cumplir con las normas de seguridad que aplican a este tipo de eventos.
Folklorama puede contarse en algunas fotos como las que ilustran esta nota o puede contarse en docenas de anécdotas que viví en los días que estuve allí. La sonrisa siempre atenta de los voluntarios, el avergonzado “I don´t speak spanish” de algunos voluntarios que se acercaron a dar una mano y se pusieron la remera argentina por afinidad con sus amigos, con el país o por la razón que fuera. Ver tres generaciones de argentinos, padres, hijos y abuelos voluntariando juntos. La curiosidad de ver los artistas tras bambalinas y como sus caras cambiaban y se encendían al subir al escenario. Ver a personas que en sus trabajos son jefes o supervisores limpiando mesas, cocinando o haciendo otras tareas “menores” porque con eso podían hacer una contribución. La nena que me pidió los autógrafos de los artistas y ellos que salieron con gran predisposición a firmarle su hojita y charlar con ella.
Me quedé con ganas de más. De haber visitado otros pabellones, de haber podido ayudar más en el de Argentina, de seguir experimentando esa camaradería que se da cuando todos trabajamos para un mismo propósito. Conocí también un montón de gente interesante y charlé con muchos canadienses que vinieron a ver el show. Sumé también algo para poner en mi curriculum de recién llegado. No son aspectos despreciables pero no fueron lo que me motivó a participar como voluntario. Queria agradecer de algun modo a todos los que me ayudaron a llegar a Winnipeg.
El jueves al final de la última función, mi último día como voluntario, me detuve un momento antes de empezar a limpiar las mesas y, por un momento, me imaginé arriba del escenario iluminado por los reflectores y saludando con una sonrisa al público que aplaudía. Reconozco que por unos momentos envidé a los artistas y sus trajes que recibían el merecido reconocimiento.
Pero luego me di cuenta que los aplausos también eran para mí, para todos nosotros que hicimos posible que ellos estuvieran ahí arriba. Que todos fuimos parte de algo y que terminó.
Vaya mi sentido homenaje para todos los voluntarios del pabellón Tango, especialmente a Isaac y mis compañeros de mantenimiento, Mónica y Laura de Media, que hicieron posible que el Argentina TANGO Pavilion traiga otra vez a la Cruz del Sur a los cielos de la Aurora Boreal.
Contanos, como fue tu experiencia en Folklorama?
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